viernes, 25 de julio de 2008

hide and seek



Los colores se ven con la luz,
la luz va más allá del sol, del foco prendido de mi techo,
la luz se descubre con los ojos, la piel, los labios,
y así, cambian los colores de las cosas.
El jardín fuera de mi cuarto era verde y generoso, mientras veíamos a sus habitantes esporádicos y a aquellos ya conocidos.
La tarde podía verse temerosa y llevarnos al encierro para no hacer más que abrazarnos y dormir.
La luz que salía de los rostros que nos rodeaban podía ser radiante y llevarnos a una noche llena de risas, o bien verse viciada por nuestros miedos o tonterías, y así escapar sólo al encuentro de tu rostro con el mío.
Mucha luz pasó por aquí, iluminando la mesa, la cama, la ropa, el cuerpo, los labios, se vio todo nuevo, se vio todo de nuevo y fue distinto.
Yo me vi con tu luz de otra forma, vi lo que no quise ver, vi lo que no había visto
y fui feliz, muy feliz.
Cuando la luz se atenuaba o amenazaba con apagarse, me robé todos los fósforos que pude y prendí uno tras otro, con tal de seguir viéndonos a los ojos.
Un día me di cuenta que quedaban muy pocos fósforos, que yo ya no podía iluminar nada de tus días y el último par escondido en el rincón de la caja, se había humedecido con nuestras lágrimas.
Creo que se apagó toda la luz.

1 comentario:

Antonieta dijo...
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