domingo, 10 de enero de 2010

El domingo y su verdad


A veces considero que los días domingo son días de revelación. Esta creencia puede tener un origen religioso porque fui educada en un colegio de monjas, pero en los últimos años, donde he construido una enorme distancia con la religión, esta creencia está plenamente sustentada por esa sensación que empieza cada domingo a las 6pm, cuando la mayoría del día se ha consumido y la exigencia de funcionamiento del lunes empieza a visitarme. La verdad que se revela el domingo es variada; a veces se mantiene por el resto de la semana, a veces parece una certeza, otras veces se transforma en duda rápidamente y en la mayoría de ocasiones se evapora apenas empieza el involucramiento con lo que uno quiere hacer, tiene que hacer y debe hacer.
Este domingo me ha traído una verdad que tiene música de fondo, imágenes tuyas y mías pero sobre todo tu rostro. Este domingo me revela que te amo y es una verdad que entra en la categoría de certeza.

viernes, 1 de enero de 2010

MINUTOS DE PEQUEÑEZ



Los 174 cm que marca el metro pegado al borde de la puerta dicen en primera instancia que soy una mujer alta, hecho físico que no puede ser jamás interpretado como si fuese una mujer grande. A mis casi 28 reconozco haber adquirido la capacidad de hacerme diminuta, de que las palabras de otros me reduzcan a una mínima expresión. Esta capacidad se sustenta sobre todo por haber deformado mis oídos, encargados de decantar las palabras de tal manera, que aquellas que pueden herir parecen ser las únicas que producen un eco que se dirige hasta ese sector que se ubica de una forma un tanto arbitraria como el encargado de las emociones; el corazón. Otro aspecto importante de esta disminución de mi misma es que creo poder reconocer que esas palabras hirientes no son gratuitas, hay algo en mi que las provoca y en el momento de defenderme no apelo a otras palabras, apelo a un modo de defensa absurdo, infantil, pre-histórico diría yo; apelo a hacerme pequeña como una oruga. No puedo definir aún las intenciones de esta metamorfosis, pero mantengo la hipótesis que plantea una relación directa entre hacerme pequeña y pedir protección, esta relación es casi siempre interpretada por el emisor de las palabras como una forma de ponerme en posición de víctima. Y quien sabe, esta interpretación no sea del todo errada porque la víctima busca siempre un rincón seguro, que no la implique en lo sucedido. En mis momentos diminutos no busco una evasión de mis responsabilidades, creo que busco una forma de atravesar palabras que a ratos parecen muros, una forma de acercarme a alguien que a ratos ya ni me mira, y es una reacción inmediata, incontrolable; se me cierra la garganta que ya no quiere pronunciar nada y lo que quiero decir se hace agua, agua salada, la pócima especial para la pequeñez . Y una vez más me quedo aquí, preguntándome cómo volver a crecer, como sacar esa fuerza y ese aprendizaje del que tanto se habla después de cada evento denominado como experiencia. Todavía no sé cómo, los 174 cm no significan nada.