jueves, 19 de diciembre de 2013

Extraño

"Cómo me cuesta quererte, me cuesta perderte, me cuesta olvidar, el olor de la tierra mojada, la brisa del mar..."
Patria nada, patria yo, no te necesito, pero te quiero.









domingo, 1 de diciembre de 2013

traducirse en actos

¿Cómo y cuándo soy más que palabras, más que pensamientos? Cuando llegan mis actos, cuando de mis palabras y pensamientos algo entra en el orden de lo real.

Actos  de una vida desordenada que sólo se ordenan por la definición arbitraria del orden cronológico que proporciona eso que llamamos tiempo. Pasado-presente-futuro.

Uno tras otro cuentan mi historia, como un castillo de naipes, como si colocar el próximo fuese lo más importante, como si el que tengo ahora fuese sólo un pretexto para el que vendrá,  el último como la consecuencia más esperada, el resultado de la suma de los demás.

Derribo mi castillo, me pregunto de nuevo, me digo, me pienso, me hago y escribo otra vez. Me quedo con naipes por el piso, pequeños actos, no quiero más castillos, quiero querer esto, un tiempo lógico más que cronológico,  pasado, presente y futuro más míos y más libres de mí.

Existencialismo absurdo y ridículo, desahogo, domingo






martes, 8 de octubre de 2013

Miedo

Miedo,
de perderlo todo, aunque no tengo nada
de lanzarme al vacío y matar mi pasado
de mirarme de verdad, sin adornos ni supuestos fans
de inventarme una vida que no sabía que existía, pero que sabía que llegaría
miedo de que nada vuelva a ser igual




Miedo,
miedo de nada porque esta vez no sé qué pasará
miedo de dejar mis veredas, de no volver nunca más
miedo de la muerte porque amo esta vida
Miedo yo, miedo nada.



domingo, 29 de septiembre de 2013

miércoles, 25 de septiembre de 2013

verde condensado

Existen días en la memoria de mi infancia que los llevo guardados como un collage de fotos, no existe un cuento para contar, son sólo ruidos, gritos de alegría, silencios y paisajes sin nombre.

Un día fuimos al campo, todos fuimos,  los tíos, la abuela, mis primos, sus otros abuelos, sus otros primos. Como bien dice mi hermano, yo nunca hablaba. Hubo una edad donde reconozco haberme quedado callada, haberme vuelto una observadora, una niña pasiva,  ejemplo de eso que llaman latencia.

De ese día llevo escenas de alegría, fotos de nosotros corriendo, jóvenes y adultos armando cometas para lo niños. Dejaríamos volar sus esqueletitos por un cielo azul gracias a los vientos abrazadores que pegan fuerte en el verano de mi sierra. Mi cometa era verde, pero mis manos eran inútiles para dominarla y decidí que mi primo Cali, quien era ya un adulto debía mostrarme cómo hacerla volar, así que fui a sentarme al lado de mi madre para ver como él la levantaba del césped y la colocaba sobre la montaña.

Fui una observadora una vez más, no volví a tocar la cometa durante esa tarde, no quise y fue un desprendimiento feliz, sentada al lado de mi madre la vi libre con  su papel crepé verde limón en el cielo andino, su piola  extendida hasta lo que daba el precio de la tiendita del pueblo. Mi madre con sus brazos fuertes sacó comida, preparaba todo como magia, las papas se hacían sopas, los panes se hacían sánduches y cosas que a mí siempre me parecieron incomprensibles, creaciones de otro mundo.

Con los estómagos llenos y las cometas aún en el cielo mi mamá sacó unas latitas, creo que fue la primera vez que las veía y en correspondencia con lo rudimentario del viaje,  con piedra y cuchillo en mano ella abrió la primera lata y me la dio. No recuerdo que me haya dado una instrucción, yo sólo supe que había que usar el dedo índice, meterlo en ese líquido espeso y llevárselo finalmente a la boca. Era dulce, dulce, era algo así como lo mejor de la vida, se llamaba leche condensada.

Las latas desaparecieron en los dedos de los tíos, los primos, los abuelos, esa familia que la vida me ha dado tan pegada a los azúcares, que apenas sale uno al escenario lo devoramos, como aferrándonos a vivir, sobreponiéndonos de las visitas que nos ha hecho la muerte. Una latita rodó por el césped y sin que nadie me viera la llevé hasta mi bolsillo, luego la llevé de regreso hasta el carro grande de mi tío Hugo donde uno se podía acostar para soñar en cometas hechas de latitas y verdes condensados.

Imagen: "Summer daydream"- Jodi Perry

martes, 17 de septiembre de 2013

cuando se acabó el verano


Hoy hace 31 años  se acabó el verano, como se acaba hoy en Paris, se acabó el verano en la calle Falconí. El papá se fue al trabajo, unos habían ido al cine con la mamá, otros a sus trabajos de vacaciones, la hermana mayor con la chiquita en brazos, era un día como otros, como esos que no pretenden ser imborrables, pero este 17 de septiembre se quedó, se quedó en la memoria, en el vacío, tú ya no estabas y nosotros ya no estábamos contigo. El cuerpo nos atrapa y tu cuerpo se quedó atrapado en el humo,  nosotros te perdimos, sólo quedó tu cuerpo.

El verano se acabó, pero el verano siempre vuelve. Sé que algo de tí hará que siempre, siempre, vuelva el verano.

Buenas noches.

jueves, 29 de agosto de 2013

Mi niña Lola

Cántame esa canción hoy, cántala en mis sueños, en el aire, en el cielo, ese que me inventaron para darte un lugar.
Dime que ya no tengo la carita del color de la amapola, tómame de los hombros y abrázame fuerte.
Dime que me miras, que soy tu niña bonita, que rezas por mí porque tú sí sabes cómo creer en dios.
Pídeme que te diga lo que me pasa, lo que me sucede y júrame que mientras vivas no estoy sola.
Cántame para que no sienta tanto, cántame y vámonos a ser felices.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Hotel Concorde La Fayette


Hoy me quedé maravillada por la intermitencia de la luz de esa habitación de hotel.
Imaginé los motivos de su apagar y prenderse de forma tan errática
Y mi mente tan freudiana como todas las demás, no pudo evitar imaginar a esa pareja que se ama de la manera más brutal, como si el mundo no existiera, sólo ellos, sólo esta noche

Y voy inventando historias que vienen todos los días desde esas ventanas de hotel que tal vez también me miran

Y ellos no son sólo huéspedes de esta ciudad, de ese hotel, son mis huéspedes también, que prenden y apagan luces en mi memoria, que habitan y deshabitan el decorado de mi ventana

A veces entro al hotel, pretendo también estar de paso, pero me encuentro con el pianista del lobby y no podemos hacer más que reconocernos
Él me mira y me sonríe lleno de arrugas, somos él y yo los anfitriones de esta escena

Yo camino con mi paso apurado que llegó hasta aquí
Pretendo ser elegante y que mis piernas se vean más largas en el mármol abrillantado tantas veces para que el lujo sobreviva a pesar de todas las huellas

Yo camino, salgo del hotel, llego a la casa y en mi ventana están todas sus ventanas otra vez, otra tarde, otra noche, se vuelven a prender las luces, yo apago las mías y vuelvo a los brazos de los amantes que imagino.


martes, 14 de mayo de 2013

A Enrique




Ese niño que corría entre la tierra del frío
Se escondía bajo el anaco de las indias para no tomar el fúsil
Ese niño con madres inventadas
¿Cuántos amaneceres viste desde tus tierras despojadas?
¿Cuándo decidiste que el poncho era tu fina estampa?
¿Cuándo supiste que la Julia era tu mujer?

¿Cuántas veces la Julia te rompió la paciencia y para repensar la vida te fuiste al leer el periódico en el baño, con la puerta abierta?

Y el Land Rover con nietos? Dónde lo dejaste? Cuándo me llevarás de paseo?

Y esos lugares  que decías se disfrutaban más porque no eran tuyos? Dónde están?

Y tus ojos, y tus manos?

Y tu hija, mi madre, y nosotros carilargos y sin pómulos, y nosotros sin destino, dónde vamos a llegar?

Enrique, despierta, Enrique, te llama tu nieta
Enrique, algo de tí soy yo

Algo de tí, 
Frente a tu pijama de madera mi madre vuelve a ser fértil
Y en los besos de mi padre tú vuelves a nacer en mí

No soy el abuelo, no soy el padre
No sé quién soy, pero quiero tu poncho en mis hombros, tu vida sin cosas, sólo vida, llena de vida. 

Enrique, despierta, Enrique duerme
que te acuna tu nieta





lunes, 29 de abril de 2013

cosas perdidas

Desde hace un mes uso delineador líquido en el párpado superior de mis ojos
He perdido la lozanía de la mirada
Desde hace un mes tengo el pelo casi igual de largo como cuando tenía 15 años
He perdido la valentía para cortarme el pelo
Desde hace 10 meses uso el metro de Paris
He perdido mis pies de niña mimada
Y a las pérdidas se suman los encuentros en el metro, unos inolvidables, otros fugaces como el pan del desayuno

Hoy llevaba mis tacos, mis ojos delineados y no hubo mirada que me emocionara más que la de una niña
Zapatos plateados y un tutú  blanco, de la mano de su padre extranjero
Ella entró y me regaló una sonrisa de inmediato
Yo no hice más que sentirme halagada y le devolví la sonrisa, la que había guardado durante todo el día entre el apuro y las veredas

En sus manos que habían dejado de ser recién nacidas hace ya algunos años la niña llevaba un pañuelo que hacía pasear entre sus dedos
El recorrido era seguido de cerca por sus ojos árabes y cuando el juego se detenía me volvía a mirar, me volvía a sonreír

Sólo podía estar feliz ante semejante alegría de ver su alegría
Sólo podía devolver todas las sonrisas que quise dar hoy y no pude
Sólo la miraba queriendo entender cómo saca tanta felicidad
y el pañuelo se detuvo otra vez, pero la mirada esta vez no volvió a mí,
se quedó detenida en el pañuelo abierto que contenía un diente muerto.

Ella me sonreía para mostrarme la felicidad que le había dejado su pérdida.

Y yo invoco nuevamente al encanto de la pérdida, ese que que se alegra de tu paso por mi vida y no se aferra a ninguna encía.



jueves, 18 de abril de 2013

en cada una de mis cosas

Verdes y azules, ellas aparecen hoy más que nunca
Tanto invierno les ha quitado abrigo, velo, color
Saltan en mi piel y me marcan
Van pasando por mis pies, suben y empiezan a doler en las rodillas
Dan  vuelta en mi vientre y suben corriendo hasta  el cuello, como queriéndome ahorcar
Terminan rendidas en mis muñecas pequeñas que apenas las acogen
Son tan llenas de sangre, tan mías, tan mis colores sin color
Pálida con una cara llena de venas
Así fui siempre, ellas son mis otras sombras.

viernes, 22 de marzo de 2013

tiempos



Aferrándome a cosas que aún no me suceden
Pensando en algo que no se parece al día de hoy
Tratando de resolver problemas de otras latitudes
y todo ésto es mío y este tiempo sin tiempo soy yo

jueves, 14 de marzo de 2013

los discursos sobre mí

En cada conversación entre tú y yo, entre nosotros,  me armo de mis discursos.
En cada encuentro trato de encontrar mis mejores palabras, mis mejores ideas.
Cada intercambio es un escenario donde me niego, donde me presento como indestructible.

Siento la necesidad de volverme radical, de hacerme a un discurso, de tener una militancia en tiempos donde la tibieza nos rebasa y donde la condición del otro es casi accesoria.
Y de repente no quiero perder, perderme, perder mis dudas, mis vacíos.

Busco el silencio, ese donde me vuelvo efecto de tus palabras, de tus silencios. Ese que me permite desarmarme y destruirme. Donde mis rastros se dividen, caen y me quiebran.

Soy torpe para las certezas, eso me hace buscarlas y apenas encontradas las planto como bandera de batalla, pero al final sólo cae la lluvia, tu violencia, tus discursos, tu dios y caigo yo ante mí,  con las manos vacías, pero con tanta vida que podría morir.

domingo, 20 de enero de 2013

luces y sombras

Caminar en Paris, descubrir mis pasos adaptados ya a otro ritmo.
Se siguen los pies y a veces parece que la gente también se sigue, unos detrás de otros,  como si todos fuéramos al mismo lugar sin decirlo.
Los trenes nos distribuyen por  la ciudad y miles de pequeños encuentros se hacen y deshacen en un mundo subterráneo.
Caminar en Paris donde todos nos regalamos sucintas miradas y darme cuenta que la gente que me mira ve cosas que yo no puedo ver en mí. ¿Qué miran en mí? ¿Qué no miran? ¿Su mirada da cuenta de mi existencia en esta ciudad? 
A veces creo que puedo vivir sin las miradas del tren, entonces me hundo en un libro, recorro las palabras y las pausas de la historia dan licencia a mis ojos para mirar si alguien me mira: a veces sí, a veces no, entonces entre párrafos también decido banalizar las miradas reales porque me invento otras, las del futuro y recuerdo las del pasado que miraron de verdad mis ojos, mi lunar en la clavícula derecha, mi cara enrojecida por el llanto, mis dientes agrandados por el azar de la genética, mis torpezas, proezas y promesas que tal vez nunca cumplí.
Caminar en Paris por la noche. Me ha llevado un tiempo darme cuenta que nadie me sigue, simplemente aquí se proyectan dos sombras,  el alumbrado público hace eso conmigo; una sombra que veo por delante y otra que me sigue. Caí en la trampa y muchas veces me paré y regresé a ver para enfrentarme a ese ser de pesadillas, pero sólo soy yo, mi sombra, esa nueva que ahora me acompaña hasta volver todas las noches hasta mi casa, la que pasados los meses ya no me da miedo, la llevo conmigo, aunque no la vea, ella está firme bajo mis pasos y yo veo menos mi cara enrojecida por el llanto.