domingo, 25 de septiembre de 2011

The fight club feeling


Un domingo más, pero este tiene algo especial: purificación obligada.
El baño con su verde vergüenza me rodea una vez más, me levanto una vez más, subo mis pantalones y de repente me enfrento a un encuentro no planificado.
La repisa de vidrio me mira con los colores de sus frascos; el desmaquillante de ojos, el desmaquillante de cara, la vaselina, la crema para la cara, la crema para el cuerpo y eso que criticaste;  la crema para los pies…y de repente,  todos  los frascos, como formando una corte de bienvenida, guían a mi mirada hacia ESE frasco: TU DESODORANTE.

Y mi nariz se quiere acordar de ese olor, de tu olor, el que tantas veces me abrazó, me hizo el amor, me gritó y me cobijó. Mis manos se quedan sosteniendo mi pantalón y mi mirada no parpadea frente a tu desodorante, es como si me llamara a recordarte una vez más, a cerciorarme de que ya no estás. Mis manos siguen tiesas, no sueltan el pantalón porque temen que la nariz le brinde a mi cerebro esos millones de recuerdos que trato día a día de disolver entre razones, análisis y la mirada de otros hombres que no me interesa sostener porque por ahora la idea de volver a enamorarme me parece igual de estúpida que los programas femeninos donde mujeres hablan de mujeres y terminan hablando de sus propias estupideces. Mis manos se sueltan y mi nariz sonríe, sabiendo que sus ganas de recordarte siempre pueden ganar. Mis manos flacas, blancas y largas se sueltan mirando al piso, se sienten débiles e intentan hacer puño, agarran mi camiseta para taparme los ojos que quieren llorar. Sueltan la camiseta, atraviesan la repisa, la derecha tiene la iniciativa de tomar el desodorante, la izquierda está a punto de abrirlo pero se mantiene firme aunque observa de lado los ojos llorosos llenos de extrañamiento. La derecha baja el desodorante y el basurero está ahora más cerca que la nariz.
Ahí te vas, ahí te fuiste. 

sábado, 17 de septiembre de 2011

CUERPO

Mi cuerpo, el que ahora hace de sus dedos la extensión de su pensamiento, es al fin y al cabo, sólo carne, sólo sangre, sólo tejidos.
No es posible convivir con la mortalidad, creemos que vivimos con ella, que estamos conscientes de su presencia, pero cuando aparece nos deja sin palabras, nos hace saber lo mínimo y al mismo tiempo lo grandioso de nuestra existencia.
Se van, nos vamos, nos quedamos, se quedan.

mi verdad y la masa

Los fenómenos de masa son hermosos en el futbol, en momentos donde un país necesita de muchas manos y voces al mismo tiempo, pero no puedo adherirme a ningún fenómeno de masas en la vida cotidiana; no quiero afiliarme a ningún partido político, alistarme en el ejército ni creer en ninguna religión. No es soberbia, es incapacidad de aceptar la orden del resto, es un poco de soledad mezclada con una búsqueda de voz propia, aunque en el silencio no es siempre fácil escuchar sólo mi voz.
Dispersa una noche más de domingo, yo y mi voz esperando el abismo del lunes.