domingo, 20 de enero de 2013

luces y sombras

Caminar en Paris, descubrir mis pasos adaptados ya a otro ritmo.
Se siguen los pies y a veces parece que la gente también se sigue, unos detrás de otros,  como si todos fuéramos al mismo lugar sin decirlo.
Los trenes nos distribuyen por  la ciudad y miles de pequeños encuentros se hacen y deshacen en un mundo subterráneo.
Caminar en Paris donde todos nos regalamos sucintas miradas y darme cuenta que la gente que me mira ve cosas que yo no puedo ver en mí. ¿Qué miran en mí? ¿Qué no miran? ¿Su mirada da cuenta de mi existencia en esta ciudad? 
A veces creo que puedo vivir sin las miradas del tren, entonces me hundo en un libro, recorro las palabras y las pausas de la historia dan licencia a mis ojos para mirar si alguien me mira: a veces sí, a veces no, entonces entre párrafos también decido banalizar las miradas reales porque me invento otras, las del futuro y recuerdo las del pasado que miraron de verdad mis ojos, mi lunar en la clavícula derecha, mi cara enrojecida por el llanto, mis dientes agrandados por el azar de la genética, mis torpezas, proezas y promesas que tal vez nunca cumplí.
Caminar en Paris por la noche. Me ha llevado un tiempo darme cuenta que nadie me sigue, simplemente aquí se proyectan dos sombras,  el alumbrado público hace eso conmigo; una sombra que veo por delante y otra que me sigue. Caí en la trampa y muchas veces me paré y regresé a ver para enfrentarme a ese ser de pesadillas, pero sólo soy yo, mi sombra, esa nueva que ahora me acompaña hasta volver todas las noches hasta mi casa, la que pasados los meses ya no me da miedo, la llevo conmigo, aunque no la vea, ella está firme bajo mis pasos y yo veo menos mi cara enrojecida por el llanto. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Beautiful !!!
I did look into your eyes.

Antonieta dijo...

bien sûr mon cher ami!