lunes, 11 de agosto de 2008

dolor


En la soledad aparece incolumne, con tanta fuerza que no puedo hacer más que rendirme a sus pies. Viene a decirme que no me puedo deshacer de él tan facilmente, que no puedo volver a amar tan rápido, me muestra que recorre mis venas y las constriñe hasta que me pongo a llorar desesperadamente. "Llórame, entiérrame, guárdame para no volverme a encontrar", me dice con su voz llena de viejas voces. Me cuenta que es un huésped non grato aquí en mi cuerpo, pero que tiene que estar pegado a mi por un tiempo, hacer que mis ojos y mi cuerpo evidencien su presencia para un día poder despedirnos de verdad.
Quiero que se vaya, pero no puedo exigirle eso, sé que debo construir esa puerta, preparar la despedida, sólo yo puedo hacerlo, con todas las cosas que voy guardando, que voy borrando, con todo lo que me muestra la certeza de este final.

No hay comentarios: