Con sus miradas buenas y sus manos trabajadoras llegan a pedir y a decir su miseria,
pero hay algo de felicidad, de certeza en sus palabras; campos que siguen creciendo, agua que sigue brotando, luz que sigue iluminando,
no han dejado de ser niños por más que sus sonrisas y sus llantos hayan dejado caminos en el rostro, tan abandonados y lejanos como la tierra en donde habitan.
Escucharán algo nuevo pero tal vez yo sea la única que aprenda.
Gracias por venir.
Que tengan un buen día.
1 comentario:
Que bueno que ahora existan espacios come éste,para escuchar la voz de esas manos trabajadoras y buenas.
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