Subida en el techo de la Penitenciaria del Litoral, con el sol que quema mi piel serrana y mis ojos andinos. Me sentí pequeña, débil y fuerte a la vez. Con mis manos desatadas para hacer algo distinto, para no pasar por esta vida sin dejar algo un poco mejor.
Creer en la gente es por donde puedo empezar. Que no me falten manos ni corazón para seguir creyendo.
2 comentarios:
Desgastante empresa la del amor a la humanidad...
Saludos.
M.
Desgastante, mucho, pero no siempre.
Saludos
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